11 mar 2013

Haciendo memoria

Los domingos últimamente son un día peligroso para mí. Me explico. Son un día peligroso seriéfilamente hablando. Porque, acostumbrada como estoy a tener miles de episodios por ver cada día, al ver los domingos tan vacíos, siempre me da por querer darle una oportunidad a algo. O, en el caso de ayer, volver atrás en el tiempo y echar un vistazo a cosas a las que les dediqué muchas horas, a mis orígenes seriéfilos, por decirlo de algún modo.
Hablando a lo largo de estas últimas semanas con unos cuantos locos como yo, que seguimos casi más series que horas tiene la semana, me he dado cuenta de que muchos empezamos de forma parecida, y desde pequeñitos ya apuntábamos maneras. Evidentemente, muchos hemos seguido más o menos regularmente series (nos hayamos vuelto después tan locos o no), pero hay formas y formas, y ahí está la diferencia.

En mi caso, mi primera etapa seriéfila empezó en algún momento entre los siete y los nueve años. Entonces (y parece que tenga yo aquí cientos de años y esté hablando de la prehistoria, aunque no sea así), y hasta que estuve yo bastante entrada en esos bonitos años de mi adolescencia, la tele estaba muy restringida en mi casa. Cualquiera lo diría, viéndome ahora, pero entonces tenía permiso para ver la televisión (de forma limitada) los fines de semana, y prácticamente no podía verla entre semana. La única excepción, y mi primer signo de cierta obsesión seriéfila, eran los episodios de Carmen Sandiego. No me saltaba ni un solo episodio, ni uno. Pero lo que es más importante, al día siguiente mis amigos y yo nos dedicábamos a comentar cada episodio en el recreo. De una forma que, por cierto, me recuerda bastante a lo que hago ahora. Sé que también había otra serie que echaban los fines de semana tempranito, y me levantaba todos los sábados y todos los domingos para estar bien puntual antes de las ocho de la mañana en el salón pendiente de la televisión, pero la verdad es que no tengo ni idea de cuál era, ni de qué iba.

Luego vino cuando nos mudamos, y así dejé a mil y pico kilómetros a mis amigos los comentaristas de Carmen Sandiego. Y llegamos a la que supongo que es mi 2ª etapa, que creo que se corresponde ya más bien con la preadolescencia y esos primeros años de mi adolescencia (qué repelente quedo cuando hablo así, por cierto). Y, más que a esa época, a los veranos de esa época. Porque aunque en mi casa seguían existiendo esas restricciones sobre la televisión, los veranos eran la excepción, y por las mañanas era una auténtica fiesta porque podíamos ver lo que nos diera la gana. Y así es como las mañanas de La 2 se convirtieron en un must para mí, y empecé a seguir religiosamente series como Popular (Ryan Murphy fue una influencia muy temprana en mi vida, qué le voy a hacer. Lo que supongo que explica muchas cosas) y Los Rompecorazones (y me consta que no estoy ni mucho menos sola en estas dos, que las veíamos todos en manada). Lo vivía muchísimo con ellos, y básicamente eran la razón por la que en verano estaba siempre despierta antes de mediodía, en vez de pasarme medio día durmiendo. A eso además hay que añadir a Buffy, alrededor de la cual organizaba mis planes para la tarde (true story, tenía que quedar con mis amigos alrededor de la serie. Antes o después, pero jamás podía perderme un episodio) y que además creo que fue la primera serie que vi completa. Y la 1ª que compré más adelante, pero esa es otra historia. Y alguna otra como Al Salir de Clase (enganche es poco) y Malcolm (que solo veía episodios sueltos muy de vez en cuando, pero reflejaba tan bien algunas cosas de mi familia que siempre le tuve mucho cariño). También fue más o menos por entonces que una amiga mía me introdujo a Ally McBeal, la primera serie USA "adulta" a la que le eché un vistazo y que, aunque no vi entera hasta unos cuantos años más tarde, hizo que me picara la curiosidad.

Una curiosidad que me llevó, supongo, a mi 3ª etapa, la etapa de internet. Porque, a ver, internet siempre hubo en mi casa desde que tengo memoria, pero no fue hasta que tuve 16 años o así que la combinación "series + internet" empezó a tener tanta importancia para mí. Es aquí cuando empecé a tragarme los episodios de Grey's (y he aquí otra de mis grandes influencias, la loca de Shonda. Qué le voy a hacer, si yo entré en esto de las series gracias Joss Whedon (que supongo que está más aceptado) y los tarados de Ryan Murphy y Shonda Rhimes. Es así y no me avergüenzo ni un poquito) uno detrás de otro. Fue realmente gracias a Grey's y por tanto gracias a la loca de Shonda que empezaron a caer otras: Mujeres Desesperadas, Lost, Héroes (aunque también fue de mis primeros grandes abandonos después), Six Feet Under, Queer as Folk, Friends, The L Word, etc. Y el resto realmente es historia reciente (más o menos), de la que muchos incluso habéis formado parte de manera directa o indirecta.

¿Que a qué viene esto? Pues a que ayer me acordé de Los Rompecorazones, me puse nostálgica y, además de hacer memoria, acabé haciéndome con la 1ª temporada, e incluso me vi el primer episodio. Y después de verlo tengo la ligera sospecha de que voy a acabar ventilándome unos cuantos episodios más (y hay para aburrirse, porque a muchos igual les sorprende, con eso de que aquí siempre echaban los mismos, pero la serie llegó a tener más de doscientos episodios). En fin, ya os iré contando.

¡Saludos!

PD: Y ya que la que me ha llevado a semejante viaje de nostalgia es una serie aussie, me apetece recomendaros otra serie aussie que me recomendaron ayer, Please Like Me. Después de ver los dos primeros episodios tengo que decir que me parece monérrima, así que eso, recomendada queda.

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