13 feb 2008

Príncipe de Nada

Como dije, ayer terminé las 60 páginas que me quedaban de El pensamiento de las mil caras. Es decir, que he acabado con la trilogía. No, yo no fui de las ilusas que se metían en otra saga inconclusa sin saberlo muy bien. Iba con las cosas claras desde el principio. Creo que soy un poco masoca (y, si digo que además he empezado a leer Anita Blake en español, lo que quiere decir, editada por Gigamesh (que se salva porque me encantan sus ediciones :P), quitamos mejor el “un poco”). El caso es que sé perfectamente que la idea es que Príncipe de Nada no acabe ahí, sino que tengamos otros cuatro libros, agrupados de dos en dos por lo que cuentan, de aquí a unos años. Y aún así me los leí. Y sin miedo. ¡Vivan las series inconclusas! (¿o acaso no leo Canción, y yo tan feliz esperando Dance?)

Pues bien, supongo que ahora toca dar mi opinión, que tenía ganas de comentar estos libros.

En general, me han encantado. No son para todos los gustos, y prueba de ello es que mi padre lleve tres semanas sin conseguir pasar de las 70 primeras páginas de En el principio fue la oscuridad. Bakker tiene un estilo muy suyo. Condensado y algo lento. No es lectura fácil, de esas que se hacen por echar el rato. Ni mucho menos. Pero es un estilo que tiene muchísima calidad. Complejo y denso. Pero muy grande. Me encanta el estilo de este hombre.

El caso es que en realidad no he metido tanto tiempo en esta serie. Podría decirse que fueron cuatro semanas, contando con un paréntesis de algo menos de dos, gracias a mis simpáticos ojos, que les dio por volver a hacer de las suyas. Por tanto, nos quedan dos semanas y pico. Dos semanas y pico, con clases de por medio (y exámenes) para estos libros, creedme si digo que es poco tiempo. Pero, por ejemplo, El pensamiento de las mil caras me lo ventilé en tres tardes. Así me va. Dicen que leer a Bakker de forma demasiado condensada no es bueno para la salud mental. Tal vez tengan razón. Aunque tampoco es que se fuera a notar la diferencia, o eso me han dicho. Con lo cuerda que estoy yo. Y las pocas cosas de bicho raro que suelto al día.

Y si volvemos al tema, que me siento un poco como Holden Caulfield, tanto irme por las ramas, diré lo que pensaba decir en un principio. Quien vea que lo publica Timun Mas, y que lleva el sello “fantasía” bien grande y con letras luminosas, tal vez piense algo que no se corresponde en absoluto con la realidad. Y al menos ayudan las portadas, que no son en absoluto estilo “dragonada”, de esas que tanto gustan. Aunque no sé yo de qué dragones iban a hablar aquí. Pero cosas más raras se han visto. El caso es que eso de que sea fantasía puede hacer dos cosas. La primera es que cualquier crío de la edad de mi hermano y fanático a las dragonadas (no es malo, y se cura. Muchos hemos pasado por esa época y ahora opinamos que Jon es arquetípico :P) piense que es otro libro tipo DragonLance que devorar. Y se equivocaría, y acabaría decepcionado. Porque Príncipe de Nada tiene calidad literaria. Y mucha. La segunda opción es que el lector que se considera a sí mismo serio, pase olímpicamente de algo que lleva esa palabrita que empieza con f (¿Fantasía? No, gracias, a mí es que los dragones y los elfos en mallas me producen escalofríos (y a mí también, conste :P)). Tranquilos, ni hay dragones ni hay elfos en mallas. Y entonces se pierde algo que puede interesarle. O puede no hacerlo.

En lo que nos cuenta, no me voy a meter. No me gusta contar de qué tratan los libros cuando los recomiendo. Igual que nunca resumo una película si puedo evitarlo. Solo diré que da mucho que pensar, muchas cosas. Y está bien en ese sentido.

Eso sí, un punto en contra y otro que lo es para muchos pero no para mí:

Hay momentos que se hacen algo confusos. Especialmente si describe una batalla, llega a resultar algo mareante y no te enteras de la mitad. Personas por aquí, movimientos por allá, ahora este que no localizo aparece y hace nosequé, ahora sangre, ahora volvemos a empezar. Hubo momentos en los que me sentía tonta, o decidía que ya era hora de dormir. Me costaba la vida misma pillarlos, y enterarme de qué estaba pasando y por qué. Y aún hay cosas que están muy borrosas en mi mente. Cosas que leí ayer mismo.

Y lo que muchos le echan en cara son sus personajes. Yo no lo hago. Por lo general, no vas a encontrar un personaje con el que “identificarte”. Son personajes, para mi gusto, bastante bien definidos, pero puede costar llegar a empatizar con ellos. Y, sin embargo, ya digo que hay personajes muy grandes, y con una evolución digna de mención. Yo le tengo mucho cariño a Proyas, aunque quizá no sea el más destacable en ese sentido (pero también tiene lo suyo). Cnaiür es una verdadera maravilla. Ir leyendo, ver su locura, sus motivos y cómo avanza… genial. La familia imperial en general, y Conphas en particular, me llamaron también mucho la atención. Eso sí, me parece a mí que Freud tendría mucho que decir de esta familia :P. Las mujeres… pues no sé dónde se les ve la pega. Serwë, teniendo en cuenta las circunstancias del personaje, no es nada incomprensible. Tampoco lo es Esmenet. Y por no dejar de lado a otro importante, decir que Achamian, pese a no despertar mis simpatías, también tendría mucho de lo que hablar. Y Xinemus es muy grande. Punto.

Creo que con esto es más que suficiente por el momento. Llevo escrito bastante más de lo que pensaba, y la verdad es que creo que a estas alturas ya no hace falta decir mucho más. Al menos ahora. Luego ya veremos.

¡Saludos!

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