21 oct 2007

Letras cruzadas VI: Sara

Este lo que me ha costado más que nada ha sido pasarlo al ordenador. Teóricamente, lo iba a pasar antes de poner aquí el anterior. Pero es que a veces me puede la pereza, qué le voy a hacer.
En fin, que aquí os lo dejo.

Había comprado aquel retrato porque había algo en él que le recordaba a Marc. No era lo que el dibujo mostraba, sino lo que ocultaba. Se había dado cuenta enseguida. Había tantos detalles, tantos sentimientos escondidos entre aquellos trazos…

Además, apenas le había costado unas pocas monedas, ¿y que eran ellas sino un simple trozo de metal? El dependiente le había dicho que no tenía ningún valor, que solo era un trozo de papel que había permanecido escondido durante algunos siglos , pero no tantos como para ser importante. Un simple retrato como otros muchos. Menos valioso que cualquiera de ellos, seguramente. ¿Qué le importaba a aquel hombre deshacerse de él?

Pero ella quería saber más de aquel muchacho. Y lo supo. Todo el mundo lo sabía, pues era una triste leyenda local. Un joven científico… un matemático, tal vez. Eso no importaba. Inteligente como pocos se habían visto en aquella ciudad olvidada por todos. Una joven promesa que se quedó en nada, demasiado loco, demasiado perdido para encontrar el camino de vuelta desde aquel lugar al que se había marchado sin cambiar de sitio. Una leyenda sin nombre pintada por alguien anónimo. Eso era todo.

Pero Sara se había enamorado de aquel simple trozo de papel. Veía en él lo que sus ojos tantas veces habían visto al mirar a Marc, lo que seguían viendo incluso ahora, cuando todos parecían haber preferido olvidarse de él. Quien hubiese pintado aquello no era alguien cualquiera, no era alguien anónimo. Quien hubiese pintado aquello era, sin duda, quien mejor conocía a aquella joven promesa. Había conocido a alguien demasiado bien. Eso lo hacía ser alguien, no cabía duda. Era bonito pensar en ello. Pero también era triste, de algún modo.

Volvería al hospital. Se estaba haciendo tarde y aún no se había despedido de él. Tenía que cumplir con su pequeño ritual diario, con su pequeña rutina.

Caminaba deprisa, no quería perder el tiempo. No quería que le volviesen a cerrar la puerta en las narices, como ya habían hecho otras veces.

Pero llegó. Últimamente siempre llegaba, costase lo que costase. Lo encontró como lo había dejado, en la misma postura que aquella mañana, rodeado de aparatos que ella no comprendía.

Algún día se despertaría, estaba segura. Aquello era lo que llevaba años repitiendo a aquellos médicos que la miraban con una mezcla de lástima y admiración pintada en los ojos. Y ella sabía que tenía que seguir viniendo. Por Marc. Por ella. Por aquellos que le sonreían a veces con los ojos al verla cruzar de nuevo el pasillo en la misma dirección de siempre. Simplemente, tenía que hacerlo.

—Buenas noches. —susurró. Y lo besó con suavidad, como venía haciendo cada noche desde aquel día de febrero, sin esperar una respuesta.

PD: Y van 100 entradas ya. La que no iba a escribir ni 2 u.u'.
PD2: Creo que debería acostarme ya. Mañana tengo que estudiar quiera o no. Si no, voy a tener que inventarme tiempo durante la semana.

¡Saludos!

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